Follow this blog with bloglovin

Follow En el nombre del karma

jueves, 24 de mayo de 2012

El cuento del principio del amor y la estupidez repentina


He pensado en algo que no sé si es exclusivo de las mujeres o a ellos también les pasa. Nota mental: consultar al género masculino. La cuestión es que cuando una ha probado el cariño de una pareja, aunque sea en pequeñas dosis, llega un momento en el que se hace necesario volver a sentirlo cuanto antes. Y, cuidado mentes sucias, hablo del cariño sin eufemismos, sin referirme a otra cosa que al saber que hay alguien en casa que te espera, que te da un abrazo para ahuyentar los malos humos del día. Hablando en el lenguaje de los fans de Anatomía, tu PERSONA, tu roca del sexo opuesto.*
Durante un tiempo, ese rollo del auto conocerse y auto encontrarse está muy pero que muy bien. De hecho, creo que es muy positivo que durante tu juventud tengas un tiempo de estar sola, de aprender a buscarte la vida, a sacarte tú misma las castañas del fuego y convertirte en una persona adulta auto suficiente.
Pero...llega un día en el que se activa ese maldito reloj biológico. Ese mismo reloj que más adelante le dice a una cuando debe de dejar de asustarse de un bebé para dejar de dormir por él. Y, en esta ocasión, aparece con la alarma puesta para despertar una necesidad urgente de tener pareja de nuevo.
En ocasiones, esta alarma suele coincidir con la entrada en escena de...ÉL (o ella...). Un desconocido, un compañero de trabajo, un viejo amigo de la adolescencia que reaparece por azar (y que los años han mejorado, por cierto).
Es entonces cuando empieza la fase del tonteo, bonita y dolorosa a partes iguales, donde vuelves a tener 15 años y el auto conocimiento y el auto encuentro no valen de nada. Porque parece ser que la reacción química que se da en nuestro cerebro al generar el “amor” (ni Cupido ni Eros ni ná ¡viva el romanticismo de la neurobiología!) va en detrimento del pensamiento racional femenino.
Así que te obsesionas un poco, o mucho según el caso, y tu vida poco a poco se va acomodando a sus hábitos. Tú que te las dabas de independiente, de “a mi nadie me condiciona la vida”, empiezas a hacer cálculos espacio-temporales para encontrarte “casualmente” con él en lugares que se han convertido recientemente en sitios en los que siempre estás por ahí. ¿Qué raro que nunca antes te haya visto en este bar, no?
Pero ahí no acaba el juego...cuando te enteras (porque haces por enterarte) de que le encanta el rojo pasión, olvidas la tuya por los colores pastel y te disfrazas con un conjunto de ropa interior a juego con su coche. Y discretamente (o eso crees tú) asoma un tirante indecoroso en el momento preciso. Menos mal que los resquicios de dignidad que te quedan te impiden ir más allá, porque cuando tienes 15 años estas tonterías están bien vistas, pero con 30...
Todo para que al final él no coja las indirectas, aunque las mandes con dardos con GPS, y te diga un buen día: ¿no pensabas decírmelo nunca, tonta?

*Para aquellos/as que tenéis a vuestra “persona”, no esperéis a perderla para daros cuenta de lo que significa en vuestra vida y hacérselo saber.

No hay comentarios:

Publicar un comentario