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Follow En el nombre del karma

domingo, 9 de octubre de 2011

El cuento del perro

Érase una vez un perro que dormía, comía, jugaba y salía a pasear. Nunca estaba triste porque recibía su dosis diaria de caricias, su comida...
Sus dueños, cuando era un cachorro, le habían enseñado qué cosas estaban bien, con premios, y qué cosas estaban mal, con castigos leves, así que ahora sólo hacía lo que se esperaba que hiciera porque casi había olvidado todo lo demás. Pasaba su tiempo alternando entre comer, dormir, pasear, jugar y recibir premios de vez en cuando por no ladrar demasiado...
Y el perro era feliz. Era feliz haciendo lo que debía hacer sin necesidad de cuestionarse qué debía hacer, porque, de hecho, no recordaba que podía hacer otras cosas.
De pequeño le enseñaron bien: nunca debía olisquear más allá de la valla del jardín; nunca debía querer comer aquello que no estuviera en su plato; nunca debía soñar con disfrutar de cosas inalcanzables.
Y el perro era feliz. Pero no conocía otra forma de vida.
Sus dueños, aquellos que le enseñaron tan bien a no portarse mal, dormían confiados sabiendo que su pequeño perro sería siempre feliz e ignorante.
Un día, el hijo de los dueños del perro lo maltrató, y con rabia el perro mordió la mano de su amo, el mismo que le daba de comer.
Y su amo llamó a la perrera (o a unos señores con casco, escudo y porra).

Fin!

(El perro no quiso terminar el cuento aquí, se hizo con una flauta, un cartel pintado a mano y se plantó en Sol pidiendo que a los perros, de pequeños, les enseñaran a morder a su dueño cuando éste no los tratara bien).

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